miércoles, 21 de octubre de 2009

¡¡¡A leer!!!


Desafío de un Plan Lector motivado por la literatura regional

Por Ricardo Ayllón

Tomando como premisa uno de los objetivos básicos del Plan Lector, el de incentivar el hábito de la lectura entre los estudiantes y la comunidad educativa en general, es necesario precisar que por comunidad educativa debemos entender que ésta involucra a todo el grupo humano de una localidad. Tal premisa servirá para entender la literatura (material de lectura) como el producto de la autenticidad creativa de este grupo, como el resultado de su identificación con el medio inmediato y, en este sentido, poder llevar al estudiante a un ámbito temático y espacial en el que se vea reconocido. En otras palabras, incentivar la lectura a partir de obras literarias con temas, personajes, motivos y sucesos propios de la comunidad a la que pertenece el grupo lector.

Uno de los secretos del gusto por la lectura y el goce de aproximarse a la literatura, reside en que el lector (en el caso de la narrativa, por ejemplo) se vea inmerso en los universos recreados por el escritor, en los escenarios donde se desarrollan los hechos materia de fabulación. Además de tomar como referencia la edad y nivel intelectual del lector (categorías que sin duda van de la mano), es necesario partir de su referente cultural y de su origen social. Uno de los éxitos de que libro y lector se complementen en una interrelación activa y fructífera, reside en que el tema constituya un lugar común entre ambos, tomando en cuenta criterios estéticos que no estén divorciados de la concepción de “sociedad” manejada por cada lector, y pensando en la cultura democrática y de equidad que mueve a toda comunidad.

La responsabilidad primigenia del orientador de la lectura (el educador), reside en que éste debe visualizar cada caso concreto por aula o institución educativa, y tomar la decisión respecto del material bibliográfico con el que trabajará basándose en estos criterios de selección. Preguntarse si los libros con los que trabajará satisfacen las expectativas temáticas de los estudiantes.

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En Chimbote, existe un antecedente que viene de más de una década atrás, el trabajo de Río Santa Editores, cuyo promotor y director ha conseguido fijar poco a poco en el estudiante chimbotano (consumidor directo del material ofrecido por la editorial), sus preferencias en lecturas con contenidos de esa localidad. De este modo, autores locales cuyos libros brillaban por su escaso tiraje y demora en ser adquiridos por los lectores, se fueron convirtiendo en lectura obligada en las instituciones educativas. El editor supo cautivar así la atención del conductor o educador, quien poco a poco llegó a comprender que el tema de la identidad no era solo una bella palabra, sino un asunto real, un fenómeno que bien puede despertarse en el espíritu de los pequeños estudiantes, pues en esas lecturas locales estaban su barrio, los personajes de su entorno, los conflictos de su realidad, sus creencias populares, sus expectativas y obsesiones inmediatas… en fin, su propia vida descrita por un creador que había sabido captar los elementos entrañables de su mundo cotidiano. Entonces, ¿cómo no buscar la motivación lectora a partir de tales signos identificables?

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