viernes, 30 de noviembre de 2007

Cien años de una voz nada conformista

Fue propuesto dos veces para el premio nobel confesò que la vejez es una enfermedad como cualquier otra: "Al final uno muere irremisiblemente"


Hoy habría cumplido 100 años uno de los escritores más prestigiosos de la literatura italiana del siglo XX: Alberto Moravia, cuya vida y obras --con títulos capitales como "El conformista" o "El desprecio"-- recorrieron los males físicos, políticos y sociales del novecento. "Estuve enfermo hasta los 30 años, de gravedad, y cinco años en un lecho; era pobre y solo comencé a estar bien cuando comencé a ganar dinero con mi trabajo. Y era, además, antifascista, otra cosa que me excluía", reconocía Moravia en la amplia entrevista biográfica concedida a Alain Elkann en 1990.

Ese mismo año concluía una vida que, desde el 28 de noviembre de 1907, había acumulado tantas calamidades como honores --fue propuesto dos veces para el Nobel-- y se había asociado con otros genios marginales, como Pier Paolo Pasolini, en la búsqueda del sentido de un mundo que, en su apertura a la modernidad, se veía inevitablemente lastrado por sus atavismos. "Para muchos, el aburrimiento es contrario a la diversión, podría decir, en cambio, que en ciertos aspectos este se asemeja a la diversión en cuanto, apunto, provoca distracción y olvido", sentenció en una de sus novelas clave: "El aburrimiento", en 1960.

Moravia, enfermo de tuberculosis ósea la primera parte de su vida, palió sus males devorando literatura y decidió aplicar esta misma receta a la sociedad italiana con una escritura que, tras las florituras del romanticismo, apostó por lo agreste y realista desde su primera novela: "Los indiferentes". Con ella se adelantó al existencialismo de Camus y observó la degeneración del 'dolce far niente' de la burguesía con solo 21 años, algo que le negó una popularidad acorde con su calidad. Moravia --quien renunció a Pincherle, el apellido de su padre, para evitar confusiones-- comenzó entonces otra de sus constantes: los viajes. Francia, Inglaterra, Estados Unidos, China y Grecia fueron sus destinos durante los años 30. A su vuelta, al darse de bruces con la Segunda Guerra Mundial, sus colaboraciones para el periódico "El Pueblo" de Roma irritaron a las autoridades fascistas y comenzó su segundo ostracismo, hasta el punto de pasar nueve meses escondido en una cuadra cerca de Nápoles. "Me tomé en serio sobre todo la literatura, la única cosa en la que creo, y todo el resto lo subordiné a ella", reconocería más adelante, aunque nunca se privó de hacer juicios políticos o en contra de la bomba atómica en ensayos como "Invierno nuclear". "San Juan escribió el libro del Apocalipsis para los gobernantes, los cuales ya saben que este llegará", reconocería en los años 80, aunque tampoco fue ajeno a que, "curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del Gobierno que han votado".
extraido de:

no va

Anuncian que Doris Lessing no recogerá Nobel por enfermedad


Informa la Fundación Nobel que la escritora británica no viajará a Estocolmo debido a que presenta complicaciones en su estado de salud.

La escritora británica Doris Lessing no viajará a Estocolmo el 10 de diciembre para recoger el Premio Nobel de Literatura por razones de salud, informó hoy la Fundación Nobel.

Lessing, de 88 años, tiene desde hace tiempo problemas de salud, de ahí que los médicos hayan desaconsejado el viaje a la capital sueca.

La autora de El cuaderno dorado tampoco estará en Estocolmo el día 7 para la lectura de su discurso en la Academia Sueca, que realizará desde Londres a través de una videoconferencia, según un comunicado de la Fundación Nobel.

Es la tercera vez en los cuatro últimos años que el ganador del Nobel de Literatura no viaja a Estocolmo para la ceremonia de entrega: la austríaca Elfriede Jelinek justificó su ausencia en 2004 por su fobia a este tipo de actos, y un año después, el británico Harold Pinter lo hizo por una grave enfermedad.

El turco Orham Pamuk, ganador el año pasado, sí que estuvo en la capital sueca para leer su discurso y recoger el premio de manos del rey Carlos XVI Gustavo.

Lessing, la galardonada de mayor edad en la historia del Nobel de Literatura, recibió el premio el pasado 11 de octubre por transmitir "la experiencia épica femenina" y describir "con escepticismo, pasión y fuerza visionaria" la división de la civilización.


El triunfo de un escritor comprometido

Juan Gelman, rabia, amor y poesía
El Cervantes premia la riqueza de registros del autor argentino.


JOSÉ ANDRÉS ROJO - Guadalajara (México


"Empecé a escribir poemas a los nueve años. Claro que fue por una chica. Al principio le mandaba versos de un argentino del siglo XIX, Almafuerte, pero no me hizo caso. Así que decidí probar yo mismo. Tampoco me hizo caso. Ella siguió por su camino y yo me quedé con la poesía". Juan Gelman reconoce encontrarse emocionadísimo con el Premio Cervantes en conversación telefónica desde el Distrito Federal, donde vive hace ya años. "Anoche vi que estaba en la lista de los favoritos, pero me dije: 'Juan, vos no", cuenta. Admira tanto al resto de los escritores que se barajaban en las quinielas, que se dijo que esta vez no le tocaba.


Así que era casi un retoño cuando le entró el vicio. "Mi hermano mayor me recitaba a mis siete u ocho años versos de Pushkin en ruso. Me llevaba a un rincón apartado y yo caía rendido por el ritmo y la música de aquellas palabras que no entendía en absoluto", explica.

La facultad de integrar un compromiso personal y político que viene de lejos y unas vicisitudes terribles en su pensamiento y su lenguaje poético, en vez de sepultar de forma planfletaria su poesía. Esa virtud -dibujada por el galardonado del año pasado y miembro del jurado, Antonio Gamoneda- de alguien que tras esas circunstancias lleva "la poesía tatuada en los huesos", según el ministro César Antonio Molina, llevaron ayer a Gelman a obtener por mayoría el Premio Cervantes y los 90.450 euros de su dotación. Gamoneda habló también de la aportación del escritor argentino al "enriquecimiento de la lengua castellana por sus incursiones en la lengua sefardí" y la "condición polifónica" de sus versos.

Sólo la suma de unos méritos así podían haberle ayudado a imponerse en la selección final a otros cuatro nombres de postín, algunos de ellos eternos candidatos: Blanca Varela, Nicanor Parra, José Emilio Pacheco y Mario Benedetti. Este último aseguró ayer: "Lo considero una de las voces más creadoras de la poesía latinoamericana y un periodista muy sagaz. Sus versos están llenos de preguntas que son a su vez una respuesta lúcida y despojada. Su palabra se proyecta hacia el lector, y lo alude, transformándolo".

El jurado estuvo formado por Gamoneda, Víctor García de la Concha, Francisco Albizúrez, José Miguel Ullán, José Manuel Sánchez Ron, María Ángeles Pérez, Amalia Iglesias, Martín Caparrós, Alfredo Conde, Rogelio Blanco y Mónica Fernández.

"Cervantes y Shakespeare me acompañan desde hace mucho", dice Gelman. "Pero no sólo el Quijote, también las Novelas ejemplares, el Persiles, el teatro... Me asombra la riqueza de la lengua, sus resonancias, la manera de utilizar las palabras".

Gelman nació en 1930 en Buenos Aires. Su familia, judía, procedía de Ucrania, pero hablaba en ruso, la lengua que impuso el zar. Su padre había participado en la revolución fallida de 1905 y había tenido que exiliarse en 1912 en Argentina. Su madre sí vivió la revolución rusa. El padre pudo regresar en 1922, pero todos salieron hacia Buenos Aires seis años después cuando los crímenes de Stalin empezaron a ser insoportables. "Les encantaba la música y la lectura, en ese clima me formé".

Si su querencia por la poesía empezó a los nueve años, su interés por la política le vino antes. "Recogíamos con los niños del barrio todos los envoltorios plateados de las chocolatinas que encontrábamos por ahí porque nos decían que servían para hacer balas para los republicanos que peleaban contra Franco". Se le mezclaron, pues, desde muy pronto la pasión por las palabras con la rabia por las injusticias. A finales de los sesenta se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización guevarista, para luchar contra las dictaduras de Lanusse y Onganía".

La Triple A y los grupos paramilitares les hicieron la vida imposible, y Gelman salió al exilio. En 1976 estaba en Roma cuando llegó la dictadura militar a Argentina. Trajo consigo el infierno. "El 26 de agosto entraron en casa de mi hijo Marcelo y se lo llevaron con su mujer Claudia, que estaba embarazada", recuerda. "A él lo asesinaron en octubre y a ella se la llevaron a Montevideo. Esperaron a que diera a luz y sólo entonces la liquidaron. Entregaron a la niña a un policía nacional. Tardamos 15 años en encontrar los restos de mi hijo y 23 en encontrar a mi nieta, la primera que me ha felicitado por el premio. Seguimos buscando los restos de mi nuera".
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