martes, 6 de enero de 2009

Muere la eterna candidata al Nobel Inge Christensen

La poetisa danesa Inge Christensen, una eterna candidata al Premio Nobel de Literatura, ha fallecido a los 73 años de edad, informó este lunes su editorial Gyldental. Christensen era considerada como la escritora danesa más importante de los últimos años y su obra suele ser enmarcada dentro del género de la poesía experimental, aunque también incluye algunos trabajos en prosa.



La poetisa danesa Inge Christensen, una eterna candidata al Premio Nobel de Literatura, ha fallecido a los 73 años de edad, informó hoy su editorial Gyldental.

Uno de sus libros más conocidos es Alphabet, una serie de poemas con una estructura que corresponde, por una parte, al alfabeto de la A a la N, como su nombre indica, y por otra parte a la serie de los números de Fibonacci.

El primer poema de la serie tiene un verso, el segundo dos (1+1=2), el tercero tres (2+1=3) el cuarto 5 (3+2=5) y así sucesivamente.

La estructura de Alphabet es un ejemplo típico de la obra de Christensen, puesto que la escritora danesa procuró con frecuencia verter en la poesía formas propias de la matemática o de la música.

Además de Alphabet (1981) son conocidos sus poemarios Det (1969) y Sommerfluegledalen (1991) (El valle de las mariposas).

Este último libro esta compuesto de 15 sonetos en los que Christiansen desarrolla una simetría del dolor a partir de la observación de diversas formas de mariposas.

Aunque la Academia Sueca no llegó a concederle nunca el Premio Nobel, si la distinguió en 1994 con el llamado Premio Nórdico.

En 2006 recibió además, junto con el austríaco Peter Handke, el Premio Siegfrid Unsfeld de la editorial alemana Suhrkamp.

domingo, 4 de enero de 2009

Otro secreto Nobel




CARMEN VILLAR MIR

Nunca la Guerra Fría hizo más difícil una elección. En 1958, la Academia Sueca concedió el premio Nobel de Literatura a Boris Pasternak «por su importante aportación tanto a la lírica moderna como a la tradición narrativa de la literatura rusa». Ha pasado medio siglo desde entonces y la institución hace públicos los documentos, diarios y promemorias referentes a las discusiones de aquel galardón, hasta ahora casi un «secreto de Estado» cultural.

En su junta del jueves 25 de septiembre de 1958, el Comité Nobel votó por unanimidad a Boris Pasternak. Le seguían el italiano Alberto Moravia y la danesa Karen Blixen (Isak Dinesen). La elección de Boris Pasternak, tomada con rapidez inusual, hizo poner el grito en el cielo al primer ministro y «padre de la Patria», el socialdemócrata Tage Erlander. En una reunión con su Gobierno el 23 de octubre de 1958, Erlander exclama malhumorado: «¡Maldita la Academia y la demostración contra la Unión Soviética que supone su elección del premio de Literatura».

En sus comentarios oficiales, el entonces Secretario permanente, Anders Österling, con especial apoyo de los miembros Sigfrid Siwert y Hjälmar Gullberg, escribe: «Durante nuestros estudios sobre su obra (refiriéndose a Boris Pasternak) hemos reforzado la convicción de que Pasternak es uno de los autores contemporáneos más importantes gracias a su dinámica atrevida y refinamiento artístico». Österling dio un giro de 90 grados ya que en 1957, al aparecer Pasternak entre los cuatro últimos candidatos, opinaba agriamente que «ese ruso es impensable» y que «aunque en términos generales parece más cercano que Juan Ramón Jimenez, no consigue como éste la misma resonancia pública. Darle el premio después de Jimenez sería una elección singular ante la opinión pública».

El motivo del cambio de opinión del secretario permamente, personaje que lleva la voz cantante en las discusiones e influye en sus colegas, fue la publicación de «Doctor Zhivago». Österling leyó ese relato en italiano y, comparándolo con «Guerra y Paz» de Tolstoi, escribió en el Diario de Estocolmo con admiración ante una obra que «con alma pura y sin propósito de caracter político, completa los criterios necesarios para un premio Nobel».

Tras la proclamación, la Union Soviética condenó a Pasternak y le prohibió que aceptara el premio. El autor telegrafió a Estocolmo con un escueto «no merezco tanto honor», mensaje que causó perplejidad entre los académicos y les causó nuevos quebraderos de cabeza.