martes, 9 de octubre de 2007

Olvidados y humillados por los Nobel


Si bien los Premios Nobel son los más esperados por toda la intelectualidad mundial, hay quienes desechan toda posibiladad de afirman que este galardón sea uno de los más importantes, ya que hace más de cien años que viene traendo consigo grandes controversias que dejan el sabor amargo y disconformidad a toda intelectualidad mundial, y eso no solo ocurre en el Nobel de Literatura, si no que en todos los Nobel. Acá una muestra de lo que se viene diciendo en un articulo interesantísimo, publicado por Juan Llobell. Madrid.


Los Premios Nobel son los más prestigiosos del mundo pero, sin un ápice de duda, son también los más vituperados del planeta. Finalistas que son mejores que los ganadores, ‘machismo’, politización, predilección por los occidentales… son algunos de los reproches habituales.

Hoy empieza la tanda de los premios Nobel 2007 –que no sólo harán de oro a los ganadores sino que, como revelan las investigaciones, dilatarán su esperanza de vida en dos años más gracias a la sobredosis de autoestima y reconocimiento urbis et orbis- y los críticos ya afilan los dardos contra la Academia Sueca. ¡Increíble, sólo premian la mala calidad! ¡Qué vergüenza, otra vez ha ido a parar la medalla a un occidental ¡Es un montaje político! ¡Se veía venir, este año le tocaba a un país del tercer mundo! La aureola de polémica que envuelve los premios más prestigiosos del mundo viene de largo y se mantiene más viva que nunca.En 1901, año del estreno de los galardones, el premio de Literatura fue a parar al francés Sully Prudhomme –hoy dado por desaparecido en las estanterías de muchas librerías– obviando al genial Leon Tolstoy. El escándalo fue tan mayúsculo que la Academia, asustada por la arremetida de la opinión pública europea, decidió justificar, por primera y única vez, su veredicto: Tolstoy había dado la espalda al mundo de las letras para centrarse en la elaboración de sermones de teoría anarquista y cristianismo místico, y ello no le hacía merecedor del laurel.La historia del Nobel de Literatura está repleta de desatinos. Marcel Proust, Virginia Wolf, Franz Kafka, James Joyce o Jorge Luis Borges fueron rechazados por disparatadas razones, muchas veces políticas. Borges, por ejemplo, fue eliminado de un plumazo por sus guiños a la junta militar argentina. Pero si los dioses literarios no salían de su asombro por el desprecio sueco, otros autores menores han sufrido un shock tras ganar el galardón. Así, Harold Pinter se tuvo que frotar varias veces los ojos en 1995 para hacerse a la idea de que había logrado, sin jamás haberlo soñado, el ‘gordo’ literario. Pero otros genios se han permitido el lujo de desacreditar al Nobel. “Considero que no es posible aceptar un premio que no es verdaderamente internacional, que es un premio del Oeste”, dijo el filósofo Jean-Paul Sartre en 1964. De los más de cien autores distinguidos, sólo unos veinte siguen siendo reconocidos como grandes maestros mientras que el 60% ya no es leído.


Paz polémica


Pero la polémica no sólo se da en literatura sino en los cinco restantes campos: Medicina, Física, Química, Paz y Economía. En el galardón de la Paz los deslices han sido similares. A Gandhi se le ninguneó numerosas veces. Y los nórdicos siguen escudándose a día de hoy con que cuando se lo iban a dar, el pacifista indio tuvo la mala suerte de morirse. Un terremoto de la escala más alta causó el premio conjunto al ex secretario de Estado Henry Kissinger y al líder de Vietnam del Norte Le Duc Tho por firmar un tratado de paz en Vietnam, un año después de que los estadounidenses hubiesen recibido una lluvia de críticas por bombardear Hanoi. Igualmente, la decisión en 1994 de distinguir al primer ministro israelí, Isaac Rabin, a su ministro de Asuntos Exteriores, Simón Peres y al líder palestino, Yasser Arafat, hizo que más de uno se quedase sin respiración. El enfado en torno a los Nobel, sin embargo, también proviene de varios frentes y no sólo de elevar al Olimpo intelectual, en ocasiones, a los más mediocres. En primer lugar, hay pocas mujeres entre los distinguidos. Clamoroso fue, dicen los expertos, ignorar la ausencia de la física Lise Meitner, que contribuyó al descubrimiento de la fisión nuclear en 1939. Aunque el proceso de selección es lento y reposa sobre miles de cuestionarios, las reglas son cuestionables. Así, sólo un pequeño grupo de notables suecos tienen la última palabra en la mayoría de galardones mientras que un puñado de noruegos otorga el premio de la Paz. Internacionalizar su composición de los comités, dicen, sería un buen paso hacia la modernización. Paralelamente, las reglas escritas por el fundador Alfred Nobel obligan a no repartir el premio entre más de tres personas y este límite discrimina en ocasiones a los nutridos equipos de investigación. Y lo mismo ocurre con la norma que impide hacer honores a título póstumo. De este modo, han caído en el olvido numerosos científicos fallecidos en el curso de sus estudios o descubrimientos. Por supuesto, hay sesgos intelectuales y culturales. La Academia parece preferir las teorías atómicas a las hipótesis relacionadas con la astronomía. Y los occidentales a los procedentes de otras culturas. Puestos a criticar, no se entiende por qué no hay un Nobel de Filosofía o de Matemáticas. Por eso, no es de extrañar que hayan proliferado premios paralelos que buscan ridiculizar la parafernalia y las decisiones de la Academia. La revista de humor científica Annals of Improbable Research celebra en clave jocosa los premios Ig Nobel que, pronunciados en inglés, significan premios innobles. Un ejemplo: unos investigadores de Barcelona acaban de recibir el galardón por su estudio sobre la incapacidad de las ratas para distinguir el japonés y el holandés, hablados al revés.


¿Debe desaparecer el premio de Economía?


El Premio Nobel de Economía tiene una legión de enemigos a la que le gustaría eliminarlo de un plumazo, pues tal galardón no estaba en la mente del fundador Alfred Nobel. Justo su sobrino, Peter Nobel, es la cabeza visible de uno movimiento académico que tilda de “ilegítimo” y “artificial” un premio instituido en 1969 por el Banco Central de Suecia. La controversia es tan vieja como actual: ¿Por qué no se instituye en su lugar el Premio de Matemáticas? Los detractores argumentan, sobre todo cuando se trata de físicos y matemáticos, que los economistas no hacen sino pervertir el uso de las matemáticas al ponerlas al servicio de teorías de dudosa solvencia. La mayoría de los laureados por el Banco Central de Suecia han ido a parar a paladines de la economía de mercado y a seguidores de las tesis neoliberales de la Escuela de Chicago. Por eso los enemigos del Nobel de Economía cargan contra él argumentando que sólo sirve para defender a los brokers de Wall Street y se olvidan de los pobres de este mundo.

1 comentario:

Francisco Méndez S. dijo...

Hola: ten cuidado al cortar y pegar, escribe 100 veces Jorge Luis Borges. ( No José). Saludos