martes, 15 de junio de 2010

Las memorias de un centurión romano


Yo, Cornelio, una novela
histórica de Miguel Garnett

Ricardo Ayllón

La literatura que se hace en provincias no deja de sorprenderme. Hace unas semanas incursioné en las estanterías de libros del centro de Cajamarca, y me encontré con la reciente novela de Miguel Garnett, un escritor que siempre me causó curiosidad porque es un sacerdote inglés que hace cuarenta años eligió como residencia definitiva aquella ciudad del norte peruano.
En su novela, Garnett rinde homenaje a su paisano Robert Graves (autor de Yo, Claudio) con un título similar: Yo, Cornelio, historia apoyada –también– en parte de la historia del imperio romano que, en este caso, nos acerca a una biografía ficcional escrita por el centurión que se encargó de dirigir la crucifixión del “rey de los judíos”.
Cornelio es el nombre del protagonista, el cual, veinte años después de la referida crucifixión, nos narra los años en que fue destacado a Palestina formando parte de la compañía administrativa y militar de Poncio Pilato.
Para eficacia del relato, el autor ha sabido inyectar otros personajes de apoyo en la trama, como Marcos, el hermano de Cornelio, interesado en asuntos de filosofía, política e ideología, o Claudia Prócula, la fina esposa de Pilato, cuyas preferencias se centran en conocer las cualidades y virtudes de culturas sometidas por la romana. Junto a estos actores, aparecen los históricos (o reales), como Herodes Antipas, Anás, Caifás y, obviamente, los judíos protagonistas de la vida y pasión de Cristo, entre ellos Barrabás, el apóstol Juan (quien en un momento entabla conversación con el centurión y su hermano), o el propio Jesús, denominado en la novela ‘el carpintero’.
Fiel a la doctrina del autor, la novela va detrás de los mensajes social y humano proporcionados por las reflexiones de Cornelio y Marcos, los cuales saben mezclarse en hechos circunstanciales de la vida de Jesús desde el instante en que éste ingresa en Jerusalén proclamado por sus seguidores como el Salvador, hasta el día en que es ejecutado. Muchas disquisiciones surgen alrededor del juicio al carpintero a partir de la posición de los romanos, la idea de justicia en aquellos tiempos, la falta de temperamento de Pilato y las intrigas de los sacerdotes judíos.
El libro se deja leer fácilmente debido a que la prosa de Garnett es sencilla, además de documental (en más de una ocasión hace coincidir los hechos relatados con lo establecido por los cuatro evangelios bíblicos). Sin embargo, la forma elegida por el autor para la novela (memorias) hace poco creíble que el narrador maneje en su relato una forma moderna para los diálogos como es el uso de guiones. Quizá hubiera otorgado mayor verosimilitud el intentar un relato sosegado, dilatado y unívoco, a la manera de Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar.

Sin embargo resulta grato hallar entre los autores de nuestras regiones la elección de temas de índole histórico, universal y sacro. Hace una década el ayacuchano Marco Cárdenas entregó El quinto evangelio, apoyado también en la historia de Cristo, aunque, en su caso, el contenido seguía una dirección radicalmente diferente. Ojalá no esperemos mucho para encontrarnos con una novela similar en nuestro país.

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