Cuando Brod huyó a Tel Aviv desde Praga en 1939, llevaba consigo una maleta llena de los documentos de Kafka.
Es famoso el hecho de que el escritor Max Brod desafiara el último deseo de su amigo Franz Kafka antes de morir en 1924: que se quemaran sus documentos. El mundo obtuvo El Proceso, El Castillo y el adjetivo kafkiano, y Brod, los documentos.
Cuando Brod huyó a Tel Aviv desde Praga en 1939, llevaba consigo una maleta llena de los documentos de Kafka.
Cuando murió en 1968, legó a su secretaria los documentos de Kafka restantes, así como los propios generados durante una rica carrera cultural. Por casi 40 años, Ester Hoffe, la secretaria, mantuvo en ascuas al mundo de la erudición en Kafka, teniendo los documentos en su departamento en una planta baja, en la Calle Spinoza, algunos en pilas altas sobre su escritorio (originalmente de Brod), donde mecanografiaba todo el día y comía.
La última vez que se le permitió la entrada a un académico al departamento fue en los 80. Después, Hoffe vendió el manuscrito de El Proceso en dos millones de dólares. Nadie sabe qué es lo que queda.
Desde su muerte el año pasado, a los 101 años, su hija Hava de 74, ha indicado que se tomará una decisión sobre los documentos codiciados en los meses siguientes. Aun cuando el legado de Kafka ya está en archivos de la República Checa, Gran Bretaña y Alemania, es posible que todavía haya algunos del otro lado de la deteriorada puerta de entrada del departamento Hoffe.
Como lo hizo su madre, Hava Hoffe mantiene en vela a los académicos y archivistas que se preguntan por la condición de lo que creen son cartas, diarios, fotografías y, quizás, obras no publicadas de los escritores checos judíos, siendo Kafka uno de los autores mejor conocidos del siglo XX.
"Brod fue un autor extremadamente versátil, fértil, incluso obsesivo, que llevaba un diario", señaló Nurit Pagi, quien está escribiendo su disertación doctoral sobre él en la Universidad de Haifa. "Lo que creemos que Hoffe debe tener es el diario que él llevaba desde el día en el que llegó a Tel Aviv en 1939, lleno de observaciones. Sería de suma importancia para los investigadores".
Lo que preocupa a los académicos israelíes no sólo es si o cuando Hoffe venderá o donará el patrimonio literario del que son herederas ella y Ruth, su hermana mayor, para compartirlo con el mundo. También está la cuestión de si se podría encontrar la forma de conservar el tesoro en Israel, ya que muchos consideran que es su hogar legítimo en tanto baluarte de la herencia nacional e histórica judía.
"Este material pertenece a Jerusalén", argumentó Mark Gelber, un erudito en Kafka y catedrático de literatura comparada en la Universidad Ben Gurión en Beersheba. "Brod se hizo sionista antes de la Primera Guerra Mundial, vivió y trabajó aquí y está enterrado aquí. Se sabe menos el hecho de que Kafka fue una personalidad judía totalmente comprometida y un escritor con muchas conexiones estrechas con el sionismo y los judíos".
Gelber señaló que la biblioteca nacional en Jerusalén contiene documentos de tales personalidades judías importantes como Einstein y Martín Buber, así es que sería un hogar natural para los de Kafka también.
No obstante, está lejos de ser un punto de vista universal. Para muchos, las novelas y cuentos de desesperación existencial que escribió Kafka en alemán parecen más conscientemente mundanas que vinculadas con cualquier movimiento nacionalista. Los reclamos de los archivos alemanes y de otros países en cuanto a Kafka les parecen igual de determinantes.
En un libro nuevo, que coincide con el aniversario 125 del nacimiento de Kafka, The tremendous world I have inside my head. Franz Kafka: a biographical essay (El mundo tremendo dentro de mi cabeza. Un ensayo biográfico sobre Franz Kafka), Louis Begley argumenta que Kafka fue profundamente ambivalente en cuanto a su identidad judía, es más, de cualquier identidad colectiva.
"Admiro el sionismo y me provoca náuseas", Begley cita a Kafka. También: "¿Qué tengo en común con los judíos? Apenas tengo algo en común conmigo mismo, y debería estar parado en un rincón en silencio, satisfecho de que puedo respirar".
En respuesta, hay todo un arsenal de erudición que blanden Gelber y otros con el que muestran que Kafka aprendió hebreo (todavía existen sus libros de ejercicios con vocabulario), tomó el proyecto sionista en serio, y que incluso esperaba mudarse a esta ciudad. En 1949, por ejemplo, Dora Diamant, su última amante, en cuyos brazos se dice que murió, un cuarto de siglo antes le escribió a Brod diciéndole que el sueño de toda la vida de Kafka había sido "hacer la aliya y venir a Israel", usando la palabra hebrea para la inmigración a este país.
Algunos en esta ciudad señalan que documentos tan preciados como los pertenecientes a Kafka y Brod no pueden sacarse legalmente de Israel sin que los archivos nacionales tengan la oportunidad de registrarlos y hacer copias de ellos. Sin embargo, Ofer Aderet, un reportero del periódico Haaretz que ha escrito extensamente sobre los documentos de Kafka, señala que muchos sospechan que Ester Hoffe evadió exitosamente a la ley.
Ahora, la pregunta es cómo van a actuar sus hijas. Hava Hoffe cuidó a su madre en el departamento durante años, y parece estar a cargo de la situación. La mayoría de sus vecinos no la quiere a causa de las veintenas de gatos que ha adoptado en el transcurso de décadas, dándoles libertad de movimiento en el departamento y el patio frontal.Aleja la publicidad y se niega a conceder entrevistas a la prensa y los académicos. Sin embargo, al encontrarla en la calle una mañana reciente, Hoffe habló por cerca de 10 minutos.
Dijo que Brod fue como un segundo padre para ella, y, de hecho, fue un amigo tan cercano de su padre como lo fue de su madre. Su padre, dijo ella, murió cinco meses después que Brod. Exanfitriona en tierra en el aeropuerto Ben Gurión, Hoffe se describió como sobreviviente del holocausto (llegó de Praga a los 10 años), dijo que está en la miseria y no ve razón alguna para regalar el único bien que tiene: el patrimonio literario de Brod.
Comentó que espera escribir un libro sobre Brod porque quisiera compartir su brillantez con el mundo.Implicó una voluntad de vender más no de donar, aunque sus respuestas fueron enigmáticas.
Al preguntársele si los documentos de Kafka siguen en el departamento, se burló diciendo: "¿Cree que somos tan estúpidas?".
Implicando que los valiosos documentos habían sido guardados en algún lugar seguro, Hoffe describió la sensación de sentirse presionada desde todas direcciones, en especial por el Estado de Israel, para ceder los documentos o tomar una decisión sobre su futuro. Se sentía bajo sitio, atrapada en una red, agregó.
Sus ojos azules no tenían el mínimo indicio de ironía cuando dijo: "Es verdaderamente kafkiano".
Por Ethan Bronner
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